Por Fernando Casullo (UNRN).
Hace una semana nos dejó, a sus 68 años Gregorio Kaminsky, Goyo. Para los que no lo conocieron, Gregorio fue un referente de la escena intelectual nacional. Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y por la Universidad Nacional Autónoma de México, profesor titular regular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad Nacional de Lanús y de la Universidad Nacional de Río Negro. En esta última cumplió una destacada labor pionera fundando las carreras de Licenciatura en Seguridad Ciudadana y Licenciatura en Criminología y Ciencias Forenses y participando de sus órganos de gobierno y sus actividades de investigación.
Formó parte de toda una generación de pensadores (como Nicolás Casullo, Héctor Portantiero y tantos otros) que vivieron tanto el exilio como el retorno y que lo hicieron con una integridad elogiable y una actitud intelectual potente y sinérgica. Ésta les permitió a todos ellos construir una suerte de pensar desde la derrota, desde los márgenes, que generó luego cosas como un proyecto editorial tan importante como la revista Pensamiento de los Confines. Gregorio participó así de manera destacada en una serie de corrientes de pensamiento que, montados en la biopolítica como matriz genérica, marcaron las siguientes décadas respecto de temas tan importantes y dolorosos como los Desaparecidos, la Memoria o la represión estatal.
El recorrido siempre zigzagueante de un personaje como él, lo embarcó en las últimas dos décadas en una reflexión profunda sobre la seguridad ciudadana en general y la administración policial en particular. Se volvió así un filósofo preocupado por nutrir de herramientas concretas a los procesos de reforma de las agencias de seguridad latinoamericanas que se activaron desde los 2000. Un militante, junto con tantos, de poder discutir la seguridad, como un todo, y escaparle al siempre riesgoso debate de la inseguridad como un fragmento interesado y reaccionario.
Gregorio escribió, entre tantos, un libro que denominó Dispositivos Institucionales I. Democracia y Autoritarismo en los Problemas Institucionales. En esa obra, de manera muy temprana para las ciencias sociales argentina, pudo detectar con precisión las ventajas liberadoras de enfrentarse al análisis institucional de manera irreverente y cruda. Entender que las instituciones no eran sagradas y que debían ser revisadas a fondo en sus prácticas, sus discursos y hasta en sus silencios. Estas afirmaciones, hechas en los tempranos 90, resultaron terapéuticas para un país que venía de una inercia autoritaria en el Estado pero también en las organizaciones de la sociedad civil. Lo curioso es que siempre cuando se le preguntaba por qué le había puesto el número 1 al título, refería a que el número 2 estaba en proceso, en escritura. Lamentablemente no podremos acceder a esa secuela como producto terminado, pero sí deberemos tomarlo como proceso, como camino a recorrer.
Estar atentos a todo lo que de autoritario se esconde en las prácticas institucionales, la apuesta a actualizar tal actitud frente a distintos contextos sociopolíticos, económicos, es un testimonio del pensamiento de Kaminsky. La Policía, la Escuela, la administración de Justicia, hasta las Universidades, nadie dudaría hoy en pasarlas por el tamiz de la crítica poco complaciente. Esta sentencia, hoy casi de perogrullo, fue expresada por Goyo de manera muy temprana, y valiente. Ese será seguramente uno de sus legados conceptuales más duraderos.