La NASA reveló en vivo este martes las primeras imágenes en color y de alta resolución del telescopio espacial James Webb: la visión más nítida y profunda que el ser humano tiene del universo. ¿Qué implica esto? ¿Cuáles son los retos de la ciencia que esta nueva tecnología puede ayudar a develar? Lo explica el astrónomo Juan Facundo Albacete Colombo, investigador de la UNRN y el CONICET.
“Cualquier persona podría preguntarse, ¿vale la pena gastar 10.000 millones de dólares en un telescopio? La respuesta es sí, y está en las primeras imágenes de James Webb (JWST)”, afirma Juan Facundo Albacete Colombo. El astrónomo e investigador de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) y el CONICET se refiere a lo que tuvo que invertir la NASA junto a la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA) durante los últimos 20 años para fabricar y poner en órbita el 25 diciembre de 2021 al telescopio espacial más poderoso de la historia, cuyos primeros resultados se dieron a conocer este martes: imágenes infrarrojas de alta resolución que muestran al universo como nunca antes se vio.
Esta nueva tecnología es una versión superadora -y 50 veces más cara- que su predecesor, el telescopio Hubble, puesto en órbita por la NASA y la ESA en abril de 1990. “James Webb logró en apenas 12 horas y con una profundidad 100 veces mayor una imagen que Hubble no pudo obtener durante los más de 10 días en que observó el cielo en una dirección oscura”, compara el astrónomo de Viedma, Río Negro.
Pero, ¿qué es lo que logró capturar el James Webb? Ni más ni menos que imágenes de las primeras galaxias que se formaron en el universo, cuando éste tenía apenas 600 millones de años. “Cuando el universo recién empezaba, si consideramos que hoy tiene 13.800 millones de años”, aclara Albacete Colombo.
¿Cómo es posible observar el origen del Universo mientras estamos en un planeta de 4.500 millones de años, con un sol de 5 millones de años? Es la pregunta inevitable. Y la respuesta es tan compleja y desafiante como la propia cosmología (rama de la astronomía que estudia el universo en conjunto).
“La luz tarda un tiempo en viajar de un punto a otro del espacio, no es instantánea. Viaja a una velocidad de unos 300.000 km por segundo. Por ejemplo, la luz del Sol tarda 8 minutos en llegar a la Tierra. Si el Sol sufriera algún evento cambiante, nos daríamos cuenta de ello 8 minutos después de que eso sucedió. Con las estrellas que están más lejos, ese retraso es cada vez mayor. Y, si en vez de ver estrellas, vemos galaxias, estamos hablando de miles de millones de años”, explica el astrónomo. Así, “la luz que hoy observa el JWST proviene de galaxias recién formadas, en los orígenes del universo”, afirma.
De allí que se trate de la visión más profunda del universo jamás obtenida. Para dimensionarlo de manera concreta, Albacete Colombo propone lo siguiente: “agarrá un granito de arena, ponetelo en el dedo índice. Estirá el brazo, apuntá ese dedo a cualquier lugar del cielo y observá de nuevo el granito de arena. Pensá que el telescopio James Webb observó dentro de algo de ese tamaño. Es como ver hacia el cielo dentro del tamaño de un granito de arena, y encontrar miles de millones de galaxias en la formación del origen del universo”, dice fascinado.
Nuevas preguntas: la manera en que evolucionamos
Además de capturar objetos y eventos distantes que están fuera del alcance de los instrumentos terrestres y espaciales actuales, como es el caso de las imágenes recientemente reveladas, el telescopio James Webb estudia atmósferas de planetas de nuestra galaxia y extrasolares.
En ese sentido, la potencia de esta nueva tecnología “va a cambiar la percepción de lo que tenemos concebido en astronomía no sólo respecto del universo a gran escala sino que, por ejemplo, al tener la capacidad de detectar elementos que no sean producidos por la naturaleza en la atmósfera de un planeta ya conocido, similar al terrestre, podrá comprobar si hay vida extraterrestre, sea evolucionada o no”, destaca.
“Una de las cosas que más preocupa a los astrónomos y los físicos es el actual modelo cosmológico que intenta explicar algunos efectos gravitacionales que deforman el espacio a gran escala y se conocen como lentes gravitacionales. Hasta hace muy poco se suponía su origen en lo que se denominó materia oscura: una hipótesis que supone que solo el 5% corresponde a la materia ordinaria que conocemos (bariónica), mientras que el 25% del Universo está constituido por materia oscura. El restante 70% se asigna a la energía oscura responsable de la expansión del Universo".
Sin embargo, “hoy esa hipótesis está en debate con fuertes argumentos astrofísicos, abriendo nuevos interrogantes. De hecho, las recientes imágenes de las galaxias captadas por el JWST no tienen la forma de las galaxias cercanas tal como las conocemos, sino que se observan deformadas en el camino que recorre su luz en un espacio no plano. Nuevas teorías de gravedad a gran escala son el desafío de hoy, y quizás gracias a JWST estemos más cerca de comprenderlo”, dice con cierto aire de duda.
“No digo que este telescopio traerá todas las respuestas, porque éstas caerán siempre en la capacidad intelectual del ser humano, pero sí seguramente cambiarán las preguntas. Y esa es la manera en la que evolucionamos: comprendiendo cuando nos equivocamos y haciéndonos nuevas preguntas”, afirma.
Queda claro que esta tecnología llegó para revolucionar las teorías astronómicas y, en consecuencia, la percepción que el ser humano tiene de su lugar en el Universo. Pero, ¿para qué sirve la astronomía? “Es el origen de la evolución tecnológica del hombre en el tiempo”, no duda en responder Albacete.
Y ejemplifica: “Hoy cuando usás Google Maps estás usando las leyes que Albert Enstein de alguna manera descifró a partir de observaciones astronómicas 200 años atrás (Teoría de la Relatividad General, 1915)”.
Las observaciones astronómicas también se traducen en tecnologías en otras áreas que mejoran la calidad de vida del hombre, como la Salud. “De allí la importancia de invertir en ciencia y tecnología de punta a largo plazo. Es lo que permite hacer descubrimientos y, sin ellos, la humanidad no evolucionaría”, insiste.
“Está comprobado que las leyes de la física funcionan de la misma manera en todo el universo. Lo que a veces ocurre es que observamos cosas que no sabemos explicar, no porque nuestras leyes sean distintas sino porque son aproximadas o necesitamos refinarlas, mejorarlas, no tenemos la última verdad. El conocimiento siempre es asintótico: te acercás cada vez más, pero nunca llegás al conocimiento absoluto”, reconoce.
¿A qué podemos aspirar entonces como humanidad? “Mi anhelo como científico, docente investigador y también divulgador de la ciencia astronómica es que las nuevas preguntas que las observaciones del JWST nos obligue a hacernos inspiren y despierten vocaciones en las nuevas generaciones. Ellos son quienes podrán sacar provecho de estos avances, no desde la ambición de conquista sino en pos de la evolución humana”.
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