Lo indica una investigación del IRNAD publicada por la revista Conservation Letters.
Un reciente estudio científico sostiene la necesidad de recuperar, por lo menos, un 20% de los hábitats nativos en paisajes donde se practica agricultura, ganadería y/o silvicultura. La investigación fue llevada a cabo por integrantes del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural, Unidad Ejecutora de doble dependencia entre la Universidad Nacional de Río Negro y el CONICET (IRNAD – UNRN/CONICET), junto a expertas y expertos de varios países, para ser publicada por la revista Conservation Letters.
Un componente fundamental de cualquier plan de conservación es el manejo de los hábitats nativos (ambientes con vegetación nativa o autóctona) dentro de paisajes productivos. Una buena parte de los paisajes productivos de todo el mundo ha sido cultivada casi en su totalidad, generando presiones ambientales que han resultado en problemas como inundaciones, aparición de malezas invasoras resistentes y deterioro de incontables beneficios ecosistémicos. Estas actividades productivas impactan particularmente sobre la biodiversidad de nuestro planeta, la cual se encuentra actualmente en un punto decisivo.
Lucas Garibaldi, director del IRNAD, explica que “los gobiernos de todo el mundo han acordado en conservar el 17% de la superficie terrestre en forma de áreas protegidas, pero estas medidas son insuficientes si se considera que gran parte de la superficie restante está cubierta por paisajes productivos”. Se ha demostrado que “los hábitats nativos dentro de estos paisajes cumplen una función positiva al mejorar la provisión de beneficios ecosistémicos de gran interés productivo”.
Sin embargo, pocos países han implementado políticas con metas de hábitats nativos y aquellos que han avanzado lo han hecho en base a diferentes criterios. Esto ha resultado en una gran variación entre los valores de área mínima que se exigen en distintas regiones. Por este motivo, “llevamos adelante un trabajo que estudia el marco legal asociado al manejo de hábitats nativos en todo el mundo, junto a una revisión bibliográfica y modelado matemático para, en base a ello, definir con respaldo científico un porcentaje mínimo de hábitat a conservar”, agrega Garibaldi.
Los resultados obtenidos indican que, en paisajes en los que más del 80% ha sido modificado por la actividad humana, es necesario proteger los parches de hábitat nativo recuperándolos hasta que alcancen, por lo menos, en un 20% de superficie. Este criterio indica, además, que la cobertura de hábitat nativo de ninguna manera debe reducirse si supera el 20% del paisaje productivo. En los sitios donde deben llevarse adelante acciones de restauración, ésta puede comenzar desde remanentes de vegetación nativa, expandiéndolos gradualmente hasta alcanzar la meta mínima del 20%. En algunos sitios particulares, el porcentaje a mantener o recuperar puede incluso superar el 50%. Es importante remarcar que el mínimo de 20% no compromete la producción, la cual podría verse disminuida en el largo plazo si se pierden los beneficios que brindan los hábitats nativos.
“Estos ambientes, a través de los procesos biológicos que ocurren en ellos, ayudan a mejorar la salud del suelo, promueven los servicios de polinización (fundamentales para muchos cultivos), frenan el avance de pestes y malezas y cumplen un papel en la regulación climática”, comenta Facundo Oddi, investigador del IRNAD y co-autor del artículo.
“Los aportes de los hábitats nativos dependerán de su composición. Las especies nativas cumplen un rol clave en ellos dado que, además de poseer valor intrínseco, ayudan a mitigar el impacto de las invasiones biológicas. Muchas especies también pueden conservar propiedades valiosas que aún no han sido descubiertas, como por ejemplo en el campo de la medicina”, afirma Ignasi Bartomeus, co-autor del trabajo e investigador de la Estación Biológica de Doñana (Sevilla, España).
La investigación subraya la diferencia entre recuperar los hábitats nativos y las áreas protegidas bajo ley, dado que estas últimas suelen apuntar a la conservación de especies que son demasiado sensibles a la actividad humana como para existir dentro de sistemas productivos. A su vez, los hábitats nativos pueden oficiar como corredores naturales que interconectan áreas protegidas, ya que se establecen dentro de la matriz productiva y en sitios que de otra manera no serían conservados. De esta forma, el trabajo deja en claro que la meta de un menos 20% no compite con las áreas protegidas, sino que complementa sus funciones. Además, estos ambientes ofrecen una buena oportunidad para conservar ecosistemas que se encuentran menos representados, pero igualmente amenazados.
Por último, se destaca que la implementación de estas pautas comprende un proceso progresivo que requiere de apoyo político a fin de establecer metas definidas y del acompañamiento de medidas locales que se ajusten al contexto de cada región. El refuerzo de la comunicación con los propietarios de tierras es un punto clave para asegurar la efectividad en la implementación de estos hábitats.
Sandra Díaz (Universidad Nacional de Córdoba, CONICET), quien estuvo a cargo de la elaboración del reciente informe del IPBES sobre el estado global de la biodiversidad y es co-autora de este trabajo, expresa que “a pesar de la evidencia sobre los beneficios ecológicos y productivos que otorgan los hábitats nativos, éstos continúan deteriorándose aceleradamente y su restauración, a través de políticas públicas, sigue siendo muy limitada. Aún estamos a tiempo de revertir esta tendencia e implementar un enfoque que promueva simultáneamente la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la calidad de vida de las personas”.
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