Artículo de opinión para La Nación de Roberto Kozulj, exvicerrector de la Sede Andina de la UNRN y autor de "Cómo lograr el estado de bienestar en el siglo, Pensamiento económico, desarrollo sustentable y economía mundial (1950-2014)".
Para algunos analistas financieros globales el inicio de un nuevo gran ciclo de cambio tecnológico es y ha sido anticipado por grandes crisis. La de 2009 fue señalada como la antecesora de la sexta ola de Kondratieff, caracterizada por la previa revolución de las telecomunicaciones y la información. Interrogándose sobre los sectores que conformarían la fuente impulsora de la sexta ola, señalaron cuatro posibles ejes: la biotecnología, la nanotecnología, el cuidado de la salud y del medio ambiente.
Aquel economista ruso, fallecido en 1938, sentó así las bases para el análisis de los ciclos largos cuya duración se estima entre 50 y 60 años aproximadamente. La característica de las transiciones largas es la necesidad de lograr una acumulación de recursos financieros y humanos que permitan poner en marcha nuevas tecnologías, las que junto a las viejas ya establecidas, revolucionan una época.
En la historia del capitalismo dichas transiciones fueron acompañadas de pánico, malestar, guerras y otros eventos disruptivos que una vez finalizados dieron lugar a grandes ciclos de prosperidad.
También el economista austríaco-estadounidense J.A. Schumpeter destacó el papel del empresario innovador como un motor clave de las transformaciones, a partir de lo que denominó la destrucción creativa. Abogaba así por un mundo con mayor progreso, libertad y razonable equidad.
En mis investigaciones sobre los ciclos largos hallé que un factor decisivo se vincula con la saturación de los mercados vinculados a las dinámicas de los procesos de urbanización. Señalé que una posible salida a la crisis de la destrucción de capital humano se hallaba en reorientar el empleo hacia uno vinculado al cuidado de las ciudades. Ello en tanto parte de esta tesis sostiene que la marginalidad urbana se vincula con un progresivo proceso intergeneracional de migraciones rural urbanas que, una vez agotadas las oportunidades de trabajos sencillos vinculados a la propia construcción de las urbes, no halla un modo de inserción formal aceptable. Sobre esta misma base formulé cómo alcanzar el Estado de bienestar en el siglo XXI a través de la reurbanización sustentable y nuevos estilos de consumo, en tanto que los grandes procesos de crecimiento urbano estaban llegando a su fin tras el auge de China y otros grandes países.
La actual crisis originada por el Covid-19 ha obrado como un dispositivo que ha contribuido a visibilizar muchos temas a la vez.
Los contagios en tugurios son más difíciles de controlar, pero también lo son en los grandes aglomerados urbanos donde la producción de bienes se concentra. Las tasas de mortandad afectan a poblaciones vulnerables de modo desigual. La disminución de la actividad fabril y la baja circulación vehicular ha permitido ver cielos más despejados en la ciudades. Nuevas formas de trabajo han aparecido ante la emergencia y a pesar de que los precios del petróleo y otros combustibles fósiles estén ahora bajos, los proyectos en inversiones en energías renovables, electromovilidad y nuevas tecnologías de producción remota y robotizada avanzan a mayor velocidad desde 2009 a la fecha. La actual pandemia ha acelerado estos procesos y el ingreso universal básico aparece como la contracara de los grandes aumentos de productividad que la cuarta revolución industrial promete y va concretando.
Pero la inclusión no debe estar centrada solo en el acceso a bienes y servicios, sino al mundo del trabajo y la pertenencia social. Cuidamos al planeta para cuidarnos a nosotros mismos.
La cuestión acerca de si el escenario postCovid-19 será uno de extrema desigualdad o una gran oportunidad para lograr una mayor inclusión no está cerrada. La propuesta de encaminarse a un mundo de ciudades limpias, inteligentes y centradas en el desarrollo de las intermedias tiene un gran consenso internacional y será un desafío para los países en vías de desarrollo luchar para que estas transformaciones sean financiadas globalmente en términos de ir hacia un mundo sustentable en todas sus dimensiones, en todas partes. Junto a la oferta de vehículos de alta gama con opciones veganas, no pueden coexistir masas de personas cuyas condiciones de vida anticipen escenarios distópicos. Tal como la pandemia ha iluminado la importancia de cuidarnos mutuamente, una vez concluida la etapa más crítica sería deseable insistir que ello es una obligación moral que los humanos tenemos sino deseamos perder nuestra dimensión más esencial como especie.
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