En noviembre se cumplirán 70 años de la sanción del Decreto 29.337 por el cual el presidente Perón suspendió la aplicación de los aranceles universitarios. Entre 1949 y 2019 sólo en los 14 años de dictaduras militares (1966/73 y 1976/1983) la universidad pública estuvo arancelada.
Anticipo la respuesta: la gratuidad permitió eliminar una barrera a la entrada de los sectores más vulnerables, pero no garantizó la igualdad de oportunidades.
Si bien ha mejorado el ingreso a la universidad pública de estudiantes del I Quintil de ingreso, aún no resulta satisfactorio, por la falta de equidad en el nivel medio. Sólo completan los estudios secundarios el 54% de los estudiantes que se matriculan en ese nivel, mientras que en Chile lo hace el 85%. Egresa el 44% del I Quintil, en Chile lo hace el 80%. Estamos muy mal en el nivel medio para procurar una mayor justicia social.
La universidad pública es una puerta giratoria para estos estudiantes: ingresan y desertan. El 71% de los egresados pertenece a hogares de ingresos medio-alto y alto, y sólo egresa el 6% de los estudiantes universitarios del I Quintil y el 7% del II Quintil. Las razones son multicausales: se destacan los déficits cognitivos y el menor capital educativo y cultural de la familia de pertenencia.
La probabilidad de permanencia y egreso de estudiantes universitarios hijos de profesionales es mucho más alta que la de los hijos de no profesionales. Un factor clave es la incapacidad económica para dedicarse a tiempo completo a los estudios universitarios.
Se supone que las becas universitarias deberían contribuir a la permanencia y egreso de los estudiantes talentosos y esforzados. Pero ello no es así. Las becas no alcanzan a todos los estudiantes universitarios del I Quintil y los beneficiarios perciben magros estipendios.
A valores de junio de 2019 las becas del Ministerio de Educación de la Nación alcanzaban en promedio los US$46 mensuales, mientras que en las universidades federales brasileñas es de US$100 y en Uruguay de US$200.
El valor de la beca representa sólo el 58% del valor de la “línea de indigencia” de un adulto. En conclusión: la gratuidad ha sido una condición necesaria pero no suficiente para asegurar la igualdad de oportunidades.
El desafío de la universidad pública -de un sistema universitario que transita del modelo de masas a la universalización- es asegurar el ingreso, permanencia y egreso de los estudiantes de menores ingresos. El presupuesto público para las becas universitarias hoy representa el 2,5% del presupuesto universitario, y no debería ser inferior al 10%. Debería más que duplicarse la cantidad de beneficiarios y más que triplicarse el valor del estipendio.
El desempeño académico de los estudiantes becados supera el promedio del total de los estudiantes universitarios, por lo cual la política de becas es un instrumento potentísimo para mejorar el desempeño académico. Gratuidad y becas.
Exigencias académicas como las planteadas en Chile con Bachelet, Brasil con Lula y Ecuador con Correa, son el camino a transitar para la efectiva igualdad de oportunidades. Cómo financiar un sólido Fondo Nacional de Becas debería ser el tema de debate. La experiencia del Fondo de Solidaridad Universitaria del Uruguay es una alternativa posible.